Pedro, desalmado y enfermo, regresa para el entierro de su madre a la pequeña aldea serrana y fronteriza de la que huyó hace veinte años tras sufrir una tragedia familiar.
Durante el día intentará torpemente acercarse a su tía Amparo para cuidarla. Ella, firme y reticente por el abandono soportado durante años, se irá sosegando en la convivencia.
En la noche, fruto del duelo y el cansancio, en un espacio donde se abrazan la aldea y el bosque, la devoción y el mito, el romance y el flamenco, realiza un viaje de tres noches acompañado por La Sibila, el oráculo que lo conducirá a enfrentarse con su infierno propio.